lunes, 18 de diciembre de 2017

EL ARTE DE APRENDER A FLUIR

 
Mihaly Csikszentmihalyi



"Usted se encuentra en un estado extático en el que se siente como si casi no existiera. Así es como lo he experimentado yo en numerosas ocasiones. En esos casos mis manos parecen vacías de mí y yo no tengo nada que ver con lo que ocurre, sino que simplemente contemplo maravillado y respetuoso todo lo que sucede. Y eso es algo que fluye por sí mismo". (Daniel Goleman, escritor).
Un científico entra por la mañana a trabajar en su estudio y, cuando menos lo piensa, se da cuenta de que ya es de noche y que ha pasado todo el día inmerso en sus tareas, sin ni siquiera alimentarse. Un alpinista escala las arriesgadas cumbres del Everest y, mientras mantiene el control pleno del ascenso, siente que su cuerpo se funde con la roca. Una bailarina realiza con precisión y armonía una serie de complejos movimientos que hace parecer sencillos, al tiempo que ella misma se siente como flotando. Un cirujano acomete una delicada operación y, mientras percibe con todo detalle la interacción entre su bisturí y el órgano del paciente, todo el entorno parece desvanecerse. Un amante hace el amor con su pareja y siente que se fusiona con ella y con el cosmos. Un gourmet saborea un elaborado plato y olvida que ha perdido su fortuna. Unos chicos saltan en monopatín y sus miedos se disipan. Un filósofo piensa y se olvida de que existe. Un músico toca el saxofón y su cuerpo es música. Un niño da sus primeros pasos y percibe que puede caminar...
Todos ellos fluyen en una “experiencia óptima” y no sólo han escapado a la ansiedad y al aburrimiento, sino que, al hacerlo, han logrado poner orden en el caos reinante de sus mentes. Todos ellos están experimentando el disfrute y, además de que recordarán la experiencia como algo placentero, obtendrán de ella el estímulo adecuado para buscar nuevos desafíos y hacer que sus personalidades crezcan y se tornen más complejas.
Hace más de veintitrés siglos, Aristóteles llegó a la conclusión de que lo que más buscan los hombres y las mujeres es la felicidad. Pero los incontables avances tecnológicos y científicos que hemos logrado desde entonces no parecen haber arrojado mayor luz sobre qué es la felicidad, ni nos han ofrecido las herramientas adecuadas para ayudarnos a alcanzarla.
Esto es lo que movió a Csikszentmihalyi a liderar, desde la Universidad de Chicago y con el apoyo de investigadores de todo el mundo, un estudio de orden psicológico para comprender el fenómeno de la felicidad, indagando sobre las actividades que producían el disfrute y la forma en que se sentían las personas cuando disfrutaban de sí mismas. Durante doce años, este equipo de psicólogos realizó entrevistas, formuló cuestionarios y, sobre todo, implementó el Método de Muestreo de Experiencia. Dicho método consistía en entregarle a una persona un “busca” y enviarle unos ocho mensajes de alerta al día, de forma aleatoria, pidiéndole que escribiera lo que estaba haciendo en ese momento y la forma en que se sentía cada vez que recibía el mensaje.

Ante los millones de señales potenciales que están al alcance de una persona en cada instante, su atención es la encargada de seleccionar las piezas de información que considera más relevantes para ingresarlas a la conciencia e ir construyendo con ellas la personalidad.
La combinación de todo lo que ha pasado por la conciencia de una persona -recuerdos, acciones, deseos, placeres y dolores- configura su personalidad, es decir, determina la jerarquía de objetivos que la persona ha ido construyendo, pieza a pieza, a lo largo de la vida. Existe, pues, una relación circular entre la personalidad y la atención, pues así como uno dirige su atención hacia aquellas cosas que su personalidad prioriza, asimismo va configurando su personalidad en función de las cosas a las cuales presta atención. 


 Nos dice Pilar Fernández y María del Mar Morales en su libro "¡Fluye! Vive la felicidad en el presente:

Controla la atención
No hay experiencia de flujo sin una atención continuada. La atención es como una linterna en la noche que nos señala aquello que queremos ver. En una noche cerrada, si no nos valemos de algún objeto que emita luz, nada podremos ver. Y esto es lo que pasa con nuestra conciencia, que debemos centrarla, si se dispersa no nos concentraremos en nada y entonces nuestras ideas divagarán y nos meceremos en un mundo de ensoñación o rumiación.
Nuestra vida se condensa donde centramos nuestra atención, nada hay fuera de la misma, vivimos dentro de los límites de ella.
Este es el secreto: durante la ejecución de la actividad sólo tendremos capacidad para concentrarnos e involucrarnos en la tarea, nos disolveremos en la misma y no habrá espacio ni lugar para ningún otro tipo de pensamiento, sensación o sentimiento. Tan sólo habrá sitio para la concentración y la fusión con la actividad de nuestra elección. Aunque en la práctica, si la actividad se extiende en el tiempo, en algún momento nos detendremos a evaluar como lo estoy haciendo y, tras esto, experimentaremos un punto de inflexión en el que por nuestra consciencia pasará un pensamiento/sentimiento de satisfacción por lo bien que lo estoy haciendo.

Abrirnos a experiencias nuevas
Cuando llegamos a una edad, normalmente tenemos muy claro aquellas cosas que nos hacen disfrutar y aquellas que no. Salvo contadas excepciones, dejamos que esta visión guíe nuestra vida. Haremos las cosas que nos gustan y excluiremos de nuestro catalogo de actividades aquellas que no. Esto frecuentemente nos lleva a encontrarnos dentro de unos parámetros de los que cuesta salir, porque generalmente rechazamos hacer actividades nuevas ya que presuponemos de entrada que no nos van a gustar. Seguro que todos tenemos la experiencia de habernos visto sorprendidos al realizar alguna actividad que en principio nos parecía aburrida o tonta y luego fue todo lo contrario. En otras ocasiones, nos vemos atrapados por los convencionalismos sociales y sentimos vergüenza de realizar algún tipo concreto de actividad, muchas veces porque nos vemos mayores para andar realizando según qué cosas.
Si queremos ser felices, debemos darnos nuevas oportunidades para disfrutar. Para ello hemos de desterrar todo tipo de prejuicios e ideas preconcebidas de lo que deben ser nuestras actividades de ocio, y tan solo tener en mente el objetivo de disfrutar y conseguir fluir. Cuanto más abiertos estemos a realizar actividades nuevas de todo tipo, más oportunidades tendremos para alcanzar nuestro gran objetivo, atraer experiencias de flujo a nuestras vidas que nos pongan en el camino de la felicidad.
Si queremos fluir, debemos buscar las formas de medir el progreso.
Debemos tener clara la manera de progresar en la actividad. Si no sabemos cómo avanzar, en la práctica será imposible conseguir alcanzar el flujo.
Concentrarse en lo que uno hace y realizar distinciones cada vez más precisas en los desafíos involucrados en la actividad.
Si no existe concentración, claramente no puede haber flujo. El flujo es básicamente concentración, es su energía; en cuanto ésta se disipa el flujo cesa. Es como una luz en la noche que nos alumbra; si la luz se apaga, dejaremos de ver.
En esta propuesta, además de la concentración, se nos aconseja que precisemos claramente cuáles son los desafíos que marca la actividad. Cuanto mayor concreción y precisión tengan los retos, mayores garantías tendremos de alcanzarlos.
Desarrollar las habilidades necesarias para interactuar con las oportunidades disponibles
En este apartado se está haciendo alusión a la práctica dirigida hacia el éxito de la actividad. Sin práctica generalmente no hay destreza y mucho menos maestría, por lo que, si somos torpes, no disfrutaremos de la actividad.
Elevar el nivel si la actividad nos aburre
Con la práctica continua vamos a ir adquiriendo competencias mayores cada vez, por lo que permanentemente iremos rompiendo el equilibrio retos-habilidades, y continuamente tendremos que ir elevando los desafíos para no caer en los canales del aburrimiento.
Cómo incrementar el estado de flujo
Andando el tiempo, con la práctica nos acabaremos volviendo más habilidosos al realizar la tarea, por ello debemos ir incrementando los retos, para así ir acercándonos a la excelencia.
No podremos permanecer mucho tiempo en equilibrio competencia/retos, por esto, porque iremos adquiriendo capacidades y, si no incrementáramos el nivel de las metas, pronto se rompería el equilibrio y según nos fueranos volviendo más competentes, e incluso fueranos adquiriendo cierto grado de maestría, nos empezaríamos a aburrir. Por tanto, al principio hay que buscar ese grado de equilibrio, para comenzar a fluir, pero la experiencia de flujo es un proceso y un proceso delicado, en el que habrá siempre que ir incrementando los retos poco a poco para conseguir permanecer en ese estado de flujo. De esta manera además caminaremos hacia la excelencia y éste será un placer añadido, sentirse maestro en algo.

El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace.
LEON TOLSTOI

La batalla por la felicidad es una batalla contra la entropía que desordena la conciencia. El estado opuesto a esa entropía es el de la experiencia óptima, que ocurre cuando la información que llega a la conciencia es congruente con las metas de la personalidad y entonces la energía psíquica puede fluir sin ningún esfuerzo. Cuando alguien es capaz de organizar su conciencia para maximizar las situaciones de flujo, su calidad de vida mejorará invariablemente, porque incluso los asuntos rutinarios del trabajo o el hogar podrán adquirir un propósito y volverse fuentes de disfrute.
Cuando alguien ha optado por una meta y se involucra en ella hasta los límites de su concentración, cualquier cosa que haga le resultará agradable.
Hace ya muchos siglos, Marco Aurelio sentenció: “Si te sientes dolido por las cosas externas, no son éstas las que te molestan, sino tu propio juicio acerca de ellas. Y está en tu poder el cambiar este juicio ahora mismo”. De igual manera, la experiencia óptima, aquella que disfrutamos por ser un fin en sí misma, es un proceso que ocurre en cada persona y que no depende de lo que sucede en el mundo, sino de la forma en que ese individuo lo asimila.


 

Retomando el estudio de Csikszentmihalyi que durante doce años se estudió la vida diaria de miles de personas en todo el mundo, permite elucidar algunos elementos comunes en sus descripciones sobre los momentos de mayor disfrute y realización. Independientemente de que se trate de un escolar en Asia, de un joven escalador en Norteamérica, de un ajedrecista soviético, de una abuela en las montañas de los Alpes o de un director de empresa, la descripción de lo que sienten cuando viven una experiencia de este estilo es sorprendentemente parecida. De sus testimonios se han extraído las siguientes ocho características, que en su conjunto permiten comprender mejor la naturaleza de tales experiencias:
1- Desafío que requiere habilidades.
Según los testimonios recogidos, el disfrute en una actividad llega a su punto máximo cuando los desafíos están en justo equilibrio con las habilidades personales. Es decir, la tarea en cuestión debe ser difícil pero lograble y tener claro que si "lo damos todo" podremos conseguirlo.

2- Concentración y enfoque.
En la medida en que la atención está completamente dirigida a la acción que se realiza, la persona alcanza un altísimo grado de concentración en un campo muy limitado y concreto de atención.

3- Metas claras.
Aunque el tiempo que duran las distintas actividades placenteras es muy variable, y mientras que unas culminan en pocos segundos otras pueden alargarse días enteros, en todas ellas la persona es consciente de las metas o propósitos finales.
Pero según lo detectado en este estudio, las actividades que llevan en su propia esencia el libre espacio de la improvisación sólo llegan a disfrutarse cuando sus protagonistas son capaces de ir construyendo las reglas y las metas sobre la marcha. Y así como el pintor va definiendo con cada trazo su objetivo final, así mismo los músicos de jazz van dándole un cauce definido a una improvisación musical.

4- Directa e inmediata retroalimentación.
En realidad, el tipo de retroalimentación que se reciba es irrelevante: lo importante es poder tener la sensación de que la tarea o actividad se está haciendo bien, porque sentir que se ha tenido éxito en alcanzar la meta crea orden en la conciencia y fortalece la estructura de la personalidad.

5- No hay espacio para otras informaciones.
En los momentos de flujo la atención excluye toda la información que ocupa la cabeza y que no es de utilidad para lo que se está realizando; las preocupaciones de la vida ordinaria quedan excluidas de la mente. Es como si la persona, mientras se mantiene la actividad, desconectara su memoria y alejara la entropía poniendo orden en su mente y olvidando los aspectos desagradables de la vida.

6- Un sentimiento de control personal sobre la situación o actividad.
Pero esto no es una característica exclusiva de los deportes de riesgo, pues toda experiencia de flujo involucra la sensación de tener el control o la falta de preocupación por perderlo. De hecho, dicha sensación de controlar la entropía explica también por qué las actividades de flujo pueden ser tan adictivas y por qué, por ejemplo, tantos ajedrecistas vuelven la espalda al “desorden” del mundo real.
Si bien algunos consideran que los juegos de azar constituyen una excepción a esta regla, lo cierto es que el disfrute de estos jugadores está íntimamente ligado a la sensación subjetiva de que controlan el destino y de que sus habilidades juegan un papel importante en el resultado.

7- Pérdida del sentimiento de autoconciencia.
Cuando se experimenta la sensación de flujo, desaparece de la conciencia algo a lo que comúnmente dedicamos mucha atención: la propia personalidad. Muchas personas describen estos episodios diciendo que es como si no tuviesen ego, y, como las demandas del “yo” consumen continuamente una elevada cantidad de energía, el liberarse de ellas deja el camino libre para que la atención se dedique a otros fines. Paradójicamente, cuando logramos olvidarnos de quién o de qué somos, podemos expandir aquello que somos. La experiencia óptima permite así una forma de trascendencia, pues al perder momentáneamente la personalidad, sobrepasamos el propio yo, que podrá emerger con más fuerza tras la experiencia vivida.
Este fenómeno, adicionalmente, suele venir aparejado a una sensación de fusión con el entorno que, según el caso, puede estar configurado por la montaña, el mar, el colectivo de personas con el que se realiza la actividad o cualquier otro componente del cosmos.

8- Distorsión del sentido del tiempo.
Durante el disfrute de la experiencia, la dimensión objetiva del mundo externo se vuelve irrelevante y la percepción subjetiva de la experiencia temporal se ve alterada. Por eso muchas personas afirman que el tiempo parece pasar más rápidamente, mientras que otros, como un bailarín de ballet describiendo un complicado giro que dura menos de un segundo en tiempo real, afirman que los segundos pueden llegar a durar eternidades.



En todo caso, las investigaciones adelantadas permiten ver que hay algunas actividades especialmente propicias para suscitar estados de flujo, y que hay, también, ciertas características personales que ayudan a alcanzar ese estado de disfrute y trascendencia.
En todo caso, y como ya se ha dicho, las circunstancias externas no son suficientes para explicar el fenómeno del flujo. Así como una persona libre, en una cultura que promueve el disfrute y la felicidad, puede ser incapaz de superar el tedio y la apatía al realizar una actividad típicamente satisfactoria, otra persona puede vivenciar una experiencia óptima en medio de la adversidad más aterradora: ahí están para probarlo los testimonios de muchos supervivientes de los campos de concentración o las personas que tras quedar parapléjicas o ciegas, sostienen que su desgracia les ha permitido enfocar su atención en unas metas muy bien definidas, reduciéndoles las elecciones no esenciales y, de esta forma, dándoles sentido a su existencia. Ante estos ejemplos de control de la conciencia y de virtud, conviene recordar estas palabras que Francis Bacon atribuía a Séneca: “Las cosas buenas que provienen de la prosperidad deben ser deseadas, pero las cosas buenas que provienen de la adversidad deben ser admiradas”.

Si tenemos claro, estos tres puntos que voy a citar, seguro que vamos a producir muchos momentos de flujo en nuestras vidas:
  1. Tener siempre unas metas claras (aunque vayan evolucionando) y que la retroalimentación sea inmediata.
  2. Lograr vivir al máximo el presente.
  3. Y lograr un equilibrio constante entre nuestras habilidades y nuestros desafíos.

La “gente de flujo”, en definitiva, sería aquella que logra disfrutar de situaciones que otros encontrarían insufribles y convertir condiciones objetivamente adversas en experiencias subjetivamente agradables. Tal vez la característica primordial de estas personalidades consista en no ser conscientes de sí mismas o en tener un propósito firmemente dirigido que apunta hacia fuera del propio yo. Contar con la autoconfianza necesaria para poder concentrar la energía psíquica en algo diferente de uno mismo da la libertad para observar y analizar el entorno, y descubrir en él nuevos retos para la acción. Bertrand Russell sintetizó con precisión lo que constituye construir una personalidad autotélica: “Gradualmente aprendí a ser indiferente a mi yo y mis deficiencias; centré mi atención cada vez más sobre los objetos externos”.
Lo más sencillo para mejorar la calidad de vida consiste en aprender a controlar el cuerpo y sus sentidos. Cuando éstos no han sido educados, arrojan una información caótica; pero si uno toma conciencia de las capacidades del cuerpo y aprende a imponer orden en él, la entropía cederá ante una agradable armonía en la conciencia. En realidad, el disfrute de las actividades físicas no depende de lo que se hace, sino de la forma en que se hace. Para alcanzar el flujo, músculo y cerebro deben involucrarse de la forma indicada; no basta con realizar las actividades buscando una meta externa, como estar a la moda, sobresalir u obtener privilegios.
En un lapso de doce años, desde la primera aparición de artículos en revistas académicas sobre el flujo, este concepto ha resultado muy útil a psicólogos, sociólogos, antropólogos, evolucionistas y religiosos. Pero su alcance ha rebasado el ámbito de las discusiones académicas y ha encontrado un sinnúmero de aplicaciones prácticas; instituciones educativas, organizaciones empresariales, diseñadores de productos para el ocio y el disfrute, psicoterapeutas clínicos y muchos otros, han encontrado en la noción de “flujo” una alternativa inestimable para mejorar la calidad de vida de las personas.
Por la gran influencia que ejercen sobre nosotros y por los largos periodos que dedicamos a ellas, las dos dimensiones de la vida humana que mayor impacto tienen en la calidad de vida son el trabajo y las relaciones con otras personas. En ambos casos, una conciencia bien estructurada, capaz de enfocar la atención en actividades intrínsecamente gratificantes, podrá sacar el máximo provecho de las situaciones, derivando de ellas diferentes fuentes de disfrute.

 
Para finalizar y como reflexión pienso que la vida es una sucesión continua de momentos. Y que sean buenos, regulares o malos dependerá de tu juicio o actitud, y que el arte de fluir con ellos no es más que el arte de vivir.
¿Puede haber felicidad mayor que sumergirnos frecuentemente en esas actividades que nos entusiasman?

BIBLIOGRAFÍA:
Pilar FERNÁNDEZ MARÍN Y María del Mar MORALES HEVIA: ¡FLUYE! Vive la felicidad en el presente. (2017). ED. Edaf
Mihaly CSIKSZENTMIHALYI: FLUIR


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