viernes, 30 de junio de 2017

La animación sociocultural como metodología específica de intervención con personas mayores



La animación sociocultural

Se plantea también, necesariamente, como una metodología de trabajo en grupo y en interacción personal y que puede buscar la consecución de diversos objetivos, ya sean de aprendizaje (animación formativa), de comunicación y de relación interpersonal (animación relacional) o con una mayor proyección terapéutica (animación estimulativa).

De este modo, la utilización de determinadas técnicas y conocimientos propios de la animación de grupos, entendida como antítesis de la metodología tradicional escolar o de corte academicista, ofrece un sentido relacional y lúdico que se convierte en la base de la acción pedagógica en la vejez. En este caso, y aunque la mayor parte de las técnicas de trabajo especificas que utiliza puedan estar apoyadas en técnicas vivenciales de animación de grupos (técnicas y actividades de presentación, conocimiento, comunicación, autoestima, asertividad resolución de conflictos...), se logran completar los tres ejes de las necesidades de los mayores (Sociabilidad, Seguridad, Conocimiento y desarrollo personal).

La Animación Sociocultural:
  • Abarca el ocio.
  • Favorece el desarrollo de una comunidad.
  • Provoca cambios de actitud y de conducta en las personas.
  • Las actividades son desinteresadas.

Algunos de sus objetivos a lograr:
  • Favorecer que los mayores participen en el grupo, intentando mejorar su calidad de vida.
  • Vivir en relación con el grupo, que se acepten y se respeten en sus valores y creencias.
  • Darles la oportunidad de que puedan intercambiar sus ideas y expresarse libremente.
  • Motivar a los mayores para que sigan activos, creativos, participativos, críticos, solidarios y útiles a la sociedad.


      
     
    La figura que imparte el Curso


    Es la persona que inspira y motiva a los demás. Es el responsable de lo que sucede en el grupo, él propone los ejercicios, pero sin negar la corresponsabilidad de los participantes en ese taller.

    El monitor no es solamente la persona que entretiene y que organiza salidas, no es solamente un experto en juegos. Un monitor es un educador y, para ser educador, tiene que ser uno mismo, debe tener un espíritu crítico, ser auténtico y buscar el equilibrio.

    El taller debe constituirse en un “espacio privilegiado” donde ocurren procesos profundos en cada una de las personas. Por ello, la información no sale al público ni se mencionan nombres, lo que acrecienta la confianza y fidelidad del grupo.

    El educador hace las funciones de guía, de inspirador, de apoyo y ayuda a los participantes a crecer.

    Él crece en cada curso, si es que ha mantenido una actitud abierta y de autoobservación en un camino inacabado de aprendizaje continuo.

    Es un ser con valores y sentimientos, que comparte y se expresa con entusiasmo, por ello su presencia acapara la atención. Es flexible, pero sabe exigir. Deberá ser una persona disciplinada y manejará situaciones de conflicto y ambigüedad. No debe rendirse ante el fracaso.

    Debe ser responsable de formar a cada persona en el aprendizaje de percibir las realidades cotidianas desde otra perspectiva más favorable.

    El profesional que va a trabajar desde el humor ha de ser, ante todo, una persona optimista, cargada de razones para reír y exteriorizar su alegría, para contagiar a los demás su visión positiva de la vida. Ha de ser capaz, a través del ejemplo, de romper con las creencias destructivas y sembrar, desde la empatía, la paciencia y la comprensión, la esperanza y la ilusión en las personas que acuden al taller.

    Debe trasmitir a los mayores la necesidad de vivir el presente con entusiasmo, para que disfruten de las pequeñas cosas y hacerles ver que la felicidad es el camino a recorrer, no una meta a la que llegar de cualquier modo.

    Reaprender a reír puede ser una de las mejores estrategias para sanar a los que en estos momentos sufren dolor físico o de espíritu.

     
    Pienso

    A la hora de impartir formación en distintos organismos tanto privados como públicos, nos encontramos con una población cuya predisposición a trabajar no es siempre la misma, bien sea por falta de motivación bien por impedimentos de tipo físico o psíquico. 
     
    Se dice que los mayores son poco participativos, pero el error está en que no lo hacen porque a menudo se les ofrecen demasiadas actividades, de las cuales una gran mayoría no les motiva.

    Naturalmente, cada grupo precisará una adecuación y adaptación de la metodología y técnicas a utilizar en función de sus características específicas y de sus intereses particulares.

    Creemos que a la hora de preparar un programa, proyecto o cualquier tipo de curso o taller, debemos tener en cuenta: primero, que las actividades llenen todas las esferas, (tanto de conocimiento, como físicas y psíquicas) y segundo, que motiven a nuestros alumnos.
     
    Debemos considerar ser mayor siempre como enriquecimiento y siempre abierto a muchas posibilidades, nunca como deterioro o problema social. Buscamos el desarrollo de su potencialidad más que la manera de entretenerlos. Ellos así lo entienden y de hecho aportan “su sabiduría”.

    Uno de nuestros objetivos es conseguir su desinhibición (aunque es algo que ya va con ellos, como lo demuestran en los talleres), enseñarles a relacionarse, disfrutar con los demás, saber vivir y así empezar a lograr que se motiven por sus tareas.

    Los educadores, pedagogos, terapeutas, psicólogos y demás profesionales que trabajan con personas mayores reconocen la importancia del sentido del humor: 
     
    Tanto de cara a la propia estabilidad emocional y cuidado personal, al trabajar con una población vulnerable, como en la búsqueda de estrategias de intervención socioemocionales creando talleres, elaborando materiales o diseñando dinámicas.

    Debemos enseñar a los mayores Fortalezas y Habilidades Sociales y hacer en nuestros cursos un seguimiento para valorar cómo las van perfeccionando, a la vez que las ponen en práctica en situaciones reales.
    Debemos motivarlos a salir y comunicarse con los demás, superar momentos de apatía, así como valorar aquellos instantes, situaciones y personas que les hacen reír y divertirse, con el objetivo de establecer una buena comunicación consigo mismos, con las personas con las que se interrelacionan y con el entorno.

    En nuestros cursos cobran un especial auge el sentido del humor y la risa. Sobre esto partimos a la hora de plantearnos los objetivos.
    Entre las personas que ríen juntas se establece un vínculo de solidaridad. ”Cuanto más se divierte uno, más unido está el grupo. A veces el grupo se crea de la nada a partir de la risa”.

    Es también una experiencia social, nos ayuda a sentirnos más relajados con los demás, fomenta la sensación de unidad y pertenencia al grupo y reduce los sentimientos de soledad o aislamiento. 
     
    Estar activo durante la vejez es uno de los factores que mejor explica el bienestar subjetivo porque, además de ejercer un efecto directo sobre la satisfacción con la vida, el realizar actividades es positivo para la salud física, mental, la percepción del envejecimiento y las relaciones sociales. Variables, todas ellas, fundamentales para mejorar el sentimiento de felicidad (Zamarrón y col, 2000).

    Utilizar el humor como herramienta educativa es una de las causas más serias  e inteligentes que se le ha ocurrido al ser humano. Si al comenzar un curso o un taller sorprendemos, rompemos los esquemas, mantenemos la atención de los alumnos, con un juego o una dinámica, estamos logrando que ellos comiencen a descubrir un mundo fascinante que pondrá en movimiento todas las emociones y no los dejará indiferentes.

    En los talleres, cursos... se tomarán técnicas de las más diversas procedencias: actorales, dinámicas de grupos, expresión corporal, clown, juegos, masajes, memoria, relajación, etc.

    Desde mi experiencia

    "Hoy soy una persona feliz. Gracias a todos los que habéis estado ahí ayudándome para lograrlo."

    Trabajo con mayores desde hace varios años y, a lo largo de todo este tiempo, he aprendido que estas personas tienen muchas ganas de participar en cursos y talleres. Es gente con problemas comunes: la soledad, la falta de comunicación y el deseo de relacionarse. Y uno de los pocos lugares con que cuentan para poder hacerlo es en los centros de mayores, asociaciones y otros organismos.

    Su nivel de desinhibición es muy grande y, cuando están en grupo, dan lo más importante de ellos: la alegría, la imaginación, los recuerdos y las ganas de jugar.

    Busco la manera de llegar a ellos a través del juego y del humor. El juego es la mayor herramienta que tenemos los humanos para conocernos, comunicarnos y desarrollarnos. En el juego solemos comportarnos tal como somos y nos permitimos actuaciones que probablemente reprimiríamos en la vida real.


     
    Para conseguir el máximo provecho de los juegos tenemos que hacerlos de una forma natural, sin complejos ni vergüenzas, de una forma desinhibida, como lo hacen los niños, procurando mostrarnos tal cual somos en la vida normal.

    "Defendemos el uso del juego en la vejez por el simple placer de jugar, de divertirse y de disfrutar."

    Trabajamos también el movimiento, la dramatización, el conocimiento y el sentido del humor. Les animo a que vivan el ahora, que se ocupen del presente, que disfruten, que consigan jugando y riendo librarse de actitudes mentales negativas.

    Siempre que empezamos un curso, lo primero que les digo es: cultivar la ilusión, fortalecer las ganas de vivir y poner en práctica las habilidades para la vida que enseñamos. Eso es lo que quiero conseguir al final del curso, es mi principal objetivo.





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