viernes, 16 de octubre de 2015

Humildad como valor



Introducción

            La humildad consiste en aceptarnos tal como somos, con defectos y virtudes, sin hacer alarde de nuestras posesiones  materiales o de gran conocimiento intelectual. Una persona humilde conoce sus propias limitaciones y debilidades y actúa de acuerdo a ello.

            Podría decirse que la humildad es la ausencia de soberbia. Es una característica propia de los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida.

            La palabra humildad también puede utilizarse como sinónimo de pobreza, de falta de recursos. Esto se puede apreciar en las frases “una persona humilde” o “un barrio humilde”. Cabe mencionar que este uso suele tener una connotación positiva.

            Las religiones suelen asociar la humildad al reconocimiento de la superioridad divina; todos los seres humanos son iguales ante los ojos de Dios y deben actuar en consecuencia. Pera el budismo, la humildad es la conciencia respecto al camino que se debe seguir para liberarse del sufrimiento.

            Desde la filosofía, Inmanuel Kant afirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada a la moral.
 
La humildad no es un concepto, es una conducta, un modo de ser, un modo de vida. La humildad es una de las virtudes más nobles del espíritu. Los seres que carecen de humildad, carecen de la base esencial para un seguro progreso. Las más bellas cualidades sin humildad, representan lo mismo que un cuerpo vacio, un cuerpo que no posee alma.
            La humildad es signo de fortaleza. Ser humilde no significa ser débil y ser soberbio no significa ser fuerte, aunque las personas lo interpreten de otra manera. Por el contrario, nos aporta lucidez y una fuerza particular para ver las cosas en toda su realidad. Bien es cierto que en ocasiones puede ser complicado llegar a ver cuál es la verdadera esencia de nuestras vidas.
La humildad nos hace humanos, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo.
                        Tu bienestar, tu familia y tú seréis siempre lo más importante. La humildad debe practicarse cada día, y el mejor modo de hacerlo es mediante unas sencillas preguntas ¿Qué es lo que me hace verdaderamente feliz? ¿Qué es lo que no desearía perder? ¿Qué es lo que podría hacer para conseguir o mantener aquello que quiero?
 
 

La humildad en las pequeñas cosas

            Las personas humildes no se vanaglorian de sus éxitos. Practicar la humildad es un ejercicio diario que se mueve con la responsabilidad de hacer las cosas bien, de comprometerse, de hacer lo que toca y lo que es necesario.

            Las cosas pequeñas son las que tejen los actos verdaderamente importantes, esos códigos sencillos que tanto nos aportan: una sonrisa, una palabra, un gesto de empatía… aspectos que se instalan en nuestra memoria y que nos aportan la verdadera felicidad.

            Saber escuchar, saber entender los silencios, ser receptivos, cercanos, cómplices y sinceros, son características que definen a las personas humildes. Esas que tanta confianza nos aportan y donde deberemos buscar a los verdaderos amigos.

            El valor de la humildad no requiere objetos materiales, ls dimensiones intangibles son casi siempre las que nos aportan verdadero bienestar, verdadera felicidad. Y es aquí donde reside la verdadera calidad de vida… en las cosas sencillas.

¿Qué tal si la ponemos en práctica?
 
 
"Un arrebato de orgullo se disipa como una bruma matinal en quien sabe ser humilde"      
Dilgo Kiyentse Rimpoche
               La noción de humildad está demasiado asociada al menosprecio de uno mismo, a una falta de confianza en nuestras capacidades, a la depresión ante nuestra impotencia, incluso con complejo de inferioridad o a un sentimiento de indignidad. Ello supone subestimar considerablemente los beneficios de la humildad, pues, si la suficiencia es patrimonio del necio, la humildad es la virtud fecunda de quien calibra todo lo que le falta por aprender y la extensión del camino que todavía debe recorrer.
            Se dice que la humildad es una gran virtud, y que implica un conocimiento de las propias limitaciones y debilidades que acompañan a nuestras aptitudes y/o virtudes. Es algo así como el contrapeso de nuestras ambiciones, aspiraciones, deseos, metas y propósitos. Igual que en Física la fuerza centrípeta “equilibra” y posibilita una trayectoria circular ajustada, la humildad equilibra otras fuerzas de la Naturaleza humana como la codicia, la necesidad de poder, la ambición o la adicción al éxito.
            Los humildes no son personas bellas e inteligentes que se afanan en convencerse de que son feas y tontas, sino seres que hacen poco caso de su ego. Puesto que no son el ombligo del mundo, se abren a los demás y se sitúan en la correcta perspectiva de la interdependencia.
            Hay quien dice que la humildad, sencillamente, consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás descubrirlas por sí mismos. Es cierto, pero la dimensión de la humildad va mucho más allá.
            Se trataría en primer lugar de una sencilla invitación a ver nuestras limitaciones y a saber reconocerlas. Para aprender, por ejemplo, primero hemos de asumir nuestro desconocimiento mediante el cual, asentar esos nuevos aprendizajes, esas nuevas experiencias. Si aceptamos nuestros propios límites tomaremos conciencia de todo aquello que nos queda por hacer o aprender. Quien cree que ya lo sabe todo no irá más allá, la soberbia engulle a la humildad y origina personas engreídas a la vez que resentidas.
            Ser humilde no es ser débil o ingenuo, al contrario, nos aporta lucidez y una fuerza particular para ver las cosas en toda su realidad.
            El humilde no tiene nada que perder ni nada que ganar. Si lo alaban, considera que es una alabanza de la humildad como tal, no de él. Si lo critican, considera que expones sus defectos a la luz del día es el mejor regalo que se le puede hacer.
            La humildad es también una actitud esencialmente dirigida hacia los demás y su bienestar. Estudios de psicología social han demostrado que las personas que se sobreestiman presentan una tendencia a la agresividad superior a la media. Asimismo, se ha observado una relación entre la humildad y la capacidad de perdonar.

Humildad  desde la psicología positiva:

 

            Dentro de las 24 fortalezas de la Psicología Positiva tenemos la humildad. Quienes la poseen no necesitan llamar la atención, simplemente dejan que sus hechos hablen por ellos. No se creen especiales ni son pretenciosos, los demás valoran esto. Las personas humildes consideran sus propias aspiraciones, sus victorias y derrotas como situaciones sobre las cuales no hay que alardear. Estos sujetos se caracterizan por la ausencia de preocupación propia, una sensación de que nadie es mejor ni peor y que ninguna persona es el centro de atención.
            Entre sus características también encontramos que la persona humilde es capaz de tener una perspectiva que busca el beneficio de todas las partes involucradas en una situación, mejora las relaciones interpersonales, y quien es humilde siente un grado de conexión muy importante con todos.
            La humildad nos permite evaluar nuestras fortalezas y defectos de manera apropiada, son personas con mentalidad abierta hacia quienes piensan de un modo distinto, no intentan imponer su punto de vista.
            La humildad surgiría de un sentimiento interno de seguridad, de un ser consciente de su valor como ser humano, sentimientos que aparecerían gracias a relaciones estables donde se sintió muchísimo amor, contención y seguridad. Los niños aprenden la humildad observando a sus modelos a seguir, como padres, maestros, héroes.
Christopher Peterson y Martin Seligman, nos dicen que las personas humildes no les importa dominar a los otros ni impresionarlos, ni tampoco sacar beneficio de ellos.
 
            La humildad como toda fortaleza es algo que se puede aprender o potenciar, podemos ponerla en práctica cuando dejamos de lado la necesidad de siempre tener la razón y nos mostramos receptivos a los argumentos de nuestros interlocutores, cuando no tratamos de sobresalir a costa del trabajo de los demás, cuando aprendemos a valorar la ayuda que otras personas nos dan. Cuando en vez de hablar demasiado nos ponemos a hacer cosas. Cuando aprendemos a evaluarnos de manera justa, sin menospreciarnos ni tampoco exagerando nuestras virtudes.
            Paradójicamente, la humildad favorece la fortaleza de carácter, el humilde toma sus decisiones de acuerdo con lo que considera justo y lo mantiene sin preocuparse ni de su imagen ni de la opinión de los demás.
                            La humildad en una persona, son las demás personas quienes la ven, nunca uno mismo. Ser humilde es reconocer  nuestra verdadera esencia, más allá de nuestro ego. Solo cuando accedemos al núcleo de nuestro ser sabemos que no somos lo que pensamos, decimos o hacemos, Tampoco lo que tenemos o conseguimos, por eso las personas humildes siendo  de grandes valores y llenos de sabiduría, pasan desapercibidas.
            La humildad se traduce también en un lenguaje corporal desprovisto de altivez y de ostentación. El humilde no mira nunca por encima del hombro.
                            Seamos agradecidos, aprendamos a admitir cuando nos equivocamos y no tengamos miedo de pedir perdón. La humildad es una fortaleza interesante, ¿Puede ser la tuya?
 
Videos:
Artículo de periódico
http://elpais.com/elpais/2014/07/11/eps/1405089927_286258.html

3 comentarios:

  1. Un artículo muy bien explicado! Felicidades

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  2. La humildad, además, si se consigue, proporciona una gran paz.

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    Joaquín Gorreta Martínez 62 años

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