martes, 22 de noviembre de 2011

¿SABEMOS Y QUEREMOS PERDONAR?


Casarjian R. nos dice: “Sin embargo, yo tenía claro que las personas que perdonan son capaces de ir más allá de simplemente arreglárselas hacia una curación más profunda y de disfrutar realmente de su vida. También tenía claro que las personas que se pierden en la rabia, el rencor, la culpa y la vergüenza se estancan emocionalmente y pierden su poder.

Se me hizo evidente que si deseaba ayudarme a mi mismo y ayudar a los demás a sanar, crecer y amar la vida, el perdón tenía que formar parte integral de ese proceso”.

Perdonar jamás significa justificar comportamientos inaceptables o abusivos. No existe en el mundo manera alguna de que yo pueda justificar lo que me ocurrió. No obstante, no me cabe duda de que a estas alturas de mi vida, he perdonado; y porque opté por perdonar, la experiencia no ha endurecido mi corazón. Al perdonar me libere de la carga de continuar siendo víctima para siempre, y puedo disfrutar de mi vida actual plenamente y con libertad.

A veces me ha resultado fácil perdonar, otras, el perdón ha sido una decisión muy valiente. Pero tanto en un caso como en el otro, siempre me proporciono más paz en el corazón. Siempre me dejo más feliz, y libre para continuar creando relaciones más sanas con otras personas y conmigo mismo.

¿Para qué elegir perdonar?

Independientemente de cuál sea nuestra historia única y especial, el perdón contiene la promesa de que encontraremos la paz que todos deseamos.

El teólogo y filosofo Paul Tillich escribió:”El perdón es una respuesta, la respuesta implícita en nuestra existencia”. El perdón es el medio para reparar lo que está roto, coge nuestro corazón roto y lo repara. Coge nuestro corazón atrapado y lo libera. Coge nuestro corazón manchado por la vergüenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. El perdón restablece en nuestro corazón la inocencia que conocimos en otro tiempo, una inocencia que nos permitía la libertad de amar.

Cuando perdonamos y somos perdonados, siempre se trasforma nuestra vida. Las dulces promesas del perdón se cumplen y se nos ofrece un nuevo comienzo con nosotros mismos y con el mundo.

Lo que no es perdonar

Lo que crees sobre el perdón te abre o te cierra posibilidades, determina tu disposición a perdonar y, por lo tanto, influye profundamente en el tono emocional de tu vida.

Reflexiona un momento sobre tu infancia. Piensa en las ocasiones en que expresaste tu rabia. ¿Se mostraban comprensivos tus padres, tus maestros u otras personas? ¿Te escuchaban? ¿O te hacían salir de la habitación, te reprendían, te chillaban, se burlaban de ti o no te hacían caso? ¿Te decían: “No me repliques”, “las niñas buenas no chillan”, “¿Qué van a pensar los vecinos?”, “No me faltes al respecto”.

Tal vez aprendiste a ser un niño bueno o una niña buena y a reprimir la rabia simulando una actitud “simpática” a pesar de tu resentimiento y de sentir que no te comprendían. Es posible que ahora reprimas la rabia porque enfadarse no es compatible con tu imagen de buena persona, de buen padre, de buen marido o buena esposa o de buen amigo.

No se puede hacer un perdón verdadero si se niega o se hace caso omiso de la rabia y el resentimiento.

Perdonar no es adoptar una actitud de superioridad o farisea. Si se perdona a alguien porque se le tiene lastima o se le considera tonto o estúpido, es que se confunde perdonar con ser arrogante y criticón.

El perdón no significa que debas cambiar de comportamiento. Si yo perdono a un viejo amigo con quien he estado enemistado, no por eso tengo que comenzar a llamarlo de nuevo…a no ser que realmente desee hacerlo. Puedes perdonar a tu marido que sea descuidado con el dinero, pero eso no significa que tengas que entregarle tus ingresos, ni dejar que lleve las cuentas de la casa. Puedes perdonar a un trabajador incompetente y despedirlo por no hacer bien su trabajo.

El perdón no exige que te comuniques verbal y directamente con la persona a la que has perdonado.

Aunque podamos optar por actuar de un modo diferente, el perdón solo requiere un cambio de percepción, otra manera de considerar a las personas y circunstancias que creemos que nos han causado dolor y problemas.

Quiero poner de relieve que perdonar es algo que haces por ti mismo y no por la persona que te ha hecho daño.

Recuerda que perdonar no quiere decir que estés obligado a reanudar la relación con el trasgresor, ni tampoco significa excusa ni condonar. En realidad algunos actos pueden ser imperdonables.

Hay muchos proverbios populares que vienen a decir algo así como que aferrarte a la amargura o el odio te hace más daño a ti que al objeto de tu odio. Buda decía que agarrarse a la ira es como coger una brasa para arrojársela a alguien: el que se quema eres tú. La investigación empírica confirma esta percepción: las personas que perdonan tienen menos probabilidades de parecer odiosas, deprimidas, hostiles, ansiosas, irritadas y neuróticas y es más probable que sean más felices, mas sanas, más agradables y más serenas. Son más capaces de identificarse con los demás y de ser espirituales o religiosas.

Como era de esperar, cuanto más tiempo se da a las personas para pensar en el perdón y aprender a perdonar en estos estudios, más provecho sacan. También, curiosamente, parece que las mujeres se benefician más que los hombres, mientras que estos se aferran durante más tiempo a sus penas y sus rencores.

¿Cómo sabes si has perdonado a alguien que te haya perjudicado?

Muchas de las religiones del mundo defienden el perdón. Consiste en reprimir lo que nos impulsa a la evitación y la venganza (que suelen traer consigo emociones como rabia, desilusión y hostilidad) y, en teoría, sustituirlas por actitudes, sentimientos y comportamientos más positivos o beneficiosos. Vale la pena destacar que perdonamos a los demás; la expresión “Perdonarse a uno mismo” se refiere a un proceso diferente para levantar el amor propio, no a reducir el impulso o la conducta evasiva y la venganza.

¿Cómo saber si has perdonado a alguien? Cuando has cambiado tu manera de pensar de tal modo que tu deseo de perjudicar a esa persona ha disminuido y tu deseo de favorecerla (o de beneficiar vuestra relación) ha aumentado. Plantéate hasta que punto estás de acuerdo con las afirmaciones siguientes, tomadas de una escala del perdón.

• Hare que me las pague.

• Quiero que sufra y se sienta fatal.

• Vivo como si no existiera.

• Mantengo la mayor distancia posible entre nosotros.

 
Cuanto más de acuerdo estés en cualquiera de estas afirmaciones (las dos primeras tienen que ver con la venganza y las dos últimas miden la conducta evasiva), mas tienes que trabajar todavía para perdonar.

La rabia y el rencor

El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónico.

La rabia cuando surge puede expresarse abierta y directamente, o puede ocultarse debajo, donde se expresa de un modo callado y persistente en forma de resentimiento.

Piensa si utilizas la rabia o el rencor de alguna de las siguientes maneras:

¿Permaneces enfadado porque eso te da la sensación de tener más poder y dominio? Algunas personas creen que enfadarse y aferrarse al rencor es señal de poder, energía, entrega y amor propio. Pero, en realidad, la rabia y el rencor suelen encubrir sentimientos de impotencia, desilusión, inseguridad, miedo, etc.

¿Usas la rabia a modo de impulso y combustible para conseguir que se hagan las cosas?

¿Utilizas la rabia para controlar a los demás? Si utilizamos la rabia como una manera de manipular a los demás, ellos, a su vez, sentirán rabia y resentimiento.

¿Usas la rabia para evitar comunicarte? Cuando tenemos miedo de arriesgarnos a expresar nuestros pensamientos o sentimientos, o tememos las posibles consecuencias de decir la verdad, entonces solemos utilizar el enfado a modo de mecanismo para evitar la comunicación.

¿Utilizas la rabia para sentirte a salvo? ¿Te parece que te sirve de protección? Quizá se usaba cuando éramos más jóvenes por lo creativo y necesario en algunos momentos

¿Usas la rabia como una forma de afirmar que tienes “razón”?

¿Te aferras a la rabia para hacer que los otros se sientan culpables?

¿Utilizas la rabia para evitar los sentimientos que encubre? A veces es mucho más cómodo sentir rabia que sentir el temor y la tristeza que se oculta debajo.

¿Utilizas la rabia para aferrarte a una relación? Mientras te aferras a la rabia mantienes la relación con la persona con la que te has enfadado. Muchas veces un hombre, o una mujer, se divorcian con el fin de alejarse de su cónyuge. Pero mientras se aferre al rencor, permanecerá ligado a esa persona.

¿Te mantiene la rabia en tu papel de víctima? Cuando llevas gran parte de tu vida sintiéndote víctima, puede que haya una enorme resistencia a perdonar, porque al hacerlo renuncias a una buena parte de tu identidad.

¿Continúas sintiendo rencor para no responsabilizarte de lo que sucede actualmente en tu vida o de lo que sientes? Esta es quizá la ganancia secundaria que más nos incita a aferrarnos al rencor, porque mientras lo hacemos podemos culpar a otra persona de nuestra infelicidad.

Reflexión: La rabia crónica nos impide comprender que, independientemente de nuestra relación actual con quien nos la provoco en un comienzo, somos responsables de aferrarnos a ella o de tomar la decisión consciente de dejarla marchar y liberarnos.

Perdonarnos a nosotros mismos


Perdonarnos a nosotros mismos es el proceso de: 1) reconocer la verdad, 2) asumir la responsabilidad de lo que hemos hecho, 3) aprender de la experiencia reconociendo los sentimientos más profundos que me motivaron ese comportamiento y los pensamientos que hacen que nos sintamos culpables y continuemos juzgándonos, 4) abrirnos el corazón a nosotros mismos y escuchar compasivamente los temores y las peticiones de ayuda y valoración que hay en el interior, 5) cicatrizar las heridas emocionales atendiendo a esas peticiones de maneras sanas, amorosas y responsables, y 6) poniéndonos del lado del yo y afirmando nuestra inocencia fundamental. Puede que seamos culpables de un comportamiento determinado, pero nuestro YO esencial es siempre inocente y digno de amor.

Como practicar el perdón


 
Me gustaría daros a conocer algunas de las tecnicas que cita la doctora Lyubomirsky. En este artículo solo tratare una, las demás las podéis encontrar en su libro que añadiré a la bibliografía.

“Dice que las tecnicas que ofrece se pueden poner en practica en un diario, una carta, una conversación o usando tu imaginación.

Cito algunas:

• Apreciar ser perdonado.

• Imaginar el perdón.

• Escribir una carta de perdón.

• Practicar la empatia.

• Planearse atribuciones generosas.

• Etc.

Voy a explicar una técnica y para ello cito textualmente a (Lyubomirsky: 254):

Escribir una carta de perdón:

“Este ejercicio consiste en desprenderte de tu rabia, tu amargura y tu culpa, escribiendo (pero sin enviar) una carta de perdón a una persona que te haya hecho daño o haya sido injusta contigo. Ponte a pensar en las personas que, a lo largo de tu vida, te hayan hecho daño o hayan abusado de ti y a los que no hayas perdonado. (Estas personas pueden seguir siendo parte de tu vida o no; incluso es posible que ni siquiera estén vivos.) ¿Acaso esta experiencia (y la falta de perdón) te ha inducido a seguir pensando mucho en esa persona o en las circunstancias del dolor o la ofensa? ¿Te impide sentirte feliz, tranquilo y a salvo de imágenes y pensamientos importunos? Si la respuesta es afirmativa, te conviene hacer algo para perdonar a esa persona.

Una de las mejores estrategias consiste en escribir una “Carta de perdón”. En la carta, describe con todo detalle el agravio o la ofensa que has sufrido. Explica como te afecto en aquel momento y como te sigue afectando en el presente. Di lo que deseas que hubiese hecho en cambio la otra persona. Finaliza la carta con una declaración explicita de perdón y comprensión”.

Reflexión:

Hace tiempo me preguntaba si se puede perdonar todo y me asaltaba la duda, lo que me producía una gran desazón que hacia chocar dentro mí, las ganas de no hacerlo y el saber que es necesario para que nuestro estado emocional se equilibre. Es en ese punto y después de escribir este articulo, me he dado cuenta de la enorme fuerza que tiene el perdón, el estado de paz y de sosiego que hace que te encuentres a gusto lleno de bienestar, de saber que has hecho algo bueno para ti y para la persona a la que perdonaste.

El leer los relatos de personas que participaron como ejemplo en los libros, me hace sentir admiración, comprensión y unas ganas tremendas de que cuando alguien me haga daño, sienta ese mismo respeto y calidez en el corazón al decir: “Aun después de lo que me has hecho, yo te perdono”.

Espero haber abierto una reflexión en todos los que hayáis leído este articulo, espero que de alguna manera la lectura no os haya dejado indiferentes y que cuando alguna herida se habrá dentro sintáis esas ganas de decir “Te perdono”.

BIBLIOGRAFIA:



CASARJIAN, Robin. (1998): Perdonar. ED. Urano.


LYUBOMIRSKY, Sonja. (2011): La ciencia de la Felicidad. ED. Books4pocket.

lunes, 7 de noviembre de 2011

LA MUERTE: ÚLTIMA ETAPA EN NUESTRO CAMINO DE VIDA



“Las sociedades occidentales han olvidado la muerte. No es, pues, extraño que la muerte no haya sorprendido tanto al hombre como en la actualidad.”

DR. Henri Delbecque


Todas las personas al termino de su vida necesitan ser acompañadas, independientemente de la edad, el sexo o la categoría social y cualquiera que sea el lugar acordado o la espiritualidad durante su existencia.

Se debe ser tolerante respecto a sus creencias, respetar su autonomía en la toma de decisiones, respetando a la persona y potenciando su dignidad.


Estructura del artículo:


1. Desde el cuidador: familia y amigos.

• Como ayudar a un ser querido a dar el salto.

• Como acompañar al moribundo.

• Dar permiso.

2. Desde el enfermo o doliente.

• Etapas.

• Sufrimiento moral del paciente.

3. Por una muerte digna.


Desde el cuidador:

La familia

Elizasu C. nos dice que: desde el mismo momento en que la familia toma conciencia de que uno de sus miembros va a morir en un plazo más o menos breve, surgen una serie de miedos:

• Al sufrimiento del paciente y especialmente a que tenga una agonía dolorosa.

• A que el paciente sea abandonado y no reciba la atención adecuada en el momento necesario.

• A hablar con el paciente (conspiración del silencio).

• A que el paciente comprenda su situación física por las manifestaciones o actitudes de la familia.

• A estar ausente cuando la persona fallezca, a separarse de ella un momento, lo cual entorpece la necesidad de descanso y de realización de las actividades propias de la vida cotidiana.

Cómo acompañar al moribundo

Sé firme como la roca, sonríe cuando veas que desfallezca que no vea que tu alma llora por ese tiempo que se le va. Cuando veas que se viene abajo aunque su aspecto sea duro y parezca que está bien, piensa que es alguien que ha perdido todo, por tanto comprende la dureza de su sentir.

• Apóyalo.

• Ríe con él mientras tenga fuerzas para hacerlo.

• Cógelo de la mano, mímalo, dale un gran abrazo, siente su temblor a través de tu piel.

• La importancia de la escucha, incluso muchas veces es más importante que el hablarle, observarle en su manera de comunicar tanto verbal como no verbalmente.

• No pierdas la oportunidad de decirle cuanto le queremos si es pariente o todo lo que ha aportado a nuestra vida si es amigo.

Es una persona que se muere, que va a un mundo distinto, donde la fuerza de la vida está dejando de empujar.

Respetar su mundo interior, aumentar la intimidad e intentar compartir el trance por el que esta pasando.

Es importante hablar con el enfermo de cosas cotidianas y de personas queridas, recordarle los mejores momentos de su vida y los buenos momentos pasados juntos. Es decir, hablarle de la vida. Debemos conseguir traer al enfermo al presente y no debemos olvidarnos que el presente pertenece al no tiempo, es decir, a la eternidad.

Acompañar al moribundo implica compartir su mundo más íntimo, conocer sus sentimientos, sus emociones entender sus creencias saber lo que anhela, lo que espera aún cuando no lo ve, su fé su esperanza. Esto nos permite avivar esa fé hasta convertirla en fuente motivadora, fortalecedora para vivir sus últimos días. Pero.. ¿Cómo sembrar esperanza en el corazón de otro si no hay esperanza en nuestro corazón? Es imposible engañar al moribundo. El moribundo no puede ser engañado, él sabe quién le miente, todo lo percibe porque está en la hora de la verdad y él reconoce la autenticidad de quien lo acompaña.


Dar permiso

“Me gustaría tener el coraje de dejarme morir, siempre que los más allegados a nosotros nos dieran permiso para morir.”

En algunas ocasiones, ante el sufrimiento de sus familiares, el moribundo no se concede permiso a sí mismo para partir. Por eso, llegado el momento, puede ayudar decirle que le queremos, que estaremos bien, que no se preocupe por nosotros y que puede partir y descansar.

Nos cuesta trabajo darles el “permiso” de morir, el permiso de irse. Queremos sujetarlo. Pienso que los médicos están especialmente equivocados en eso, luchando contra la muerte, manteniendo a la gente viva con máquinas. Necesitamos llegar a comprender que hay un tiempo para morir y necesitamos dar ese permiso para poder morir cuando realmente es el tiempo de morir.

Desde el enfermo o doliente:

Cuanto más envejecemos más cerca estamos de la muerte. Si no hemos adquirido el hábito de pensar en ello hay muchas posibilidades de que nos invada la angustia.

Esa perspectiva de desaparecer para siempre es más espantosa cuando no sabemos verdaderamente por qué hemos vivido.

La muerte pone fín a la vida pero no a la relación, continuámos viviendo en el corazón de aquellos a los que conmovimos y acariciamos en vida.

Cuando al envejecer nos volvemos más conscientes de nuestro yo, tenemos también menos miedo a morir, porque experimentamos que somos eternos.

¿Cómo podemos morir sin haber dicho adiós a los que nos importan, sin haber escuchado de sus labios esas palabras de amor que dan fuerza para morir, sin tener el sentimiento de estar en paz con ellos? Como podemos morir sin haber dejado a los que se quedan una palabra, un gesto, una mirada que les consolará de la separación y les ayudará a vivir sin haberles dado la ultima bendición.

Hablamos, y después de poner nuestras cosas en orden, cerraremos los ojos. Confundámonos con el silencio y esperemos la muerte. Estos rituales del silencio son muy eficaces.

Debemos aceptar la muerte; forma parte de la vida. Y sin embargo, en el fondo del corazón, casi nadie la espera de verdad ni lo desea. A pesar de que racionalmente, conocemos perfectamente el hecho de nuestra finitud, raramente somos plenamente conscientes de todo lo que representa. Solo parece tener realidad la muerte de los demás, no la nuestra.

“Pocos creen que ya les ha llegado su hora, la hora de dejar de ver, de sentir de abandonar definitivamente irreversiblemente el mundo que les rodea, el mundo de los recuerdos entrañables, el mundo de los suyos”


Etapas por las que pasa el enfermo cuando le han comunicado su enfermedad:

1ª etapa: LA NEGACIÓN

El paciente no quiere ver, no quiere saber. Hay una lucha entre nuestra manera de querer ser feliz y la realidad de lo que nos ocurre. Es una reacción de defensa.

El enfermo siente que la realidad le sobrepasa y necesita un tiempo que hemos de respetar hasta que vaya admitiéndola. Como dice Stephen Levine “La mente niega todo lo que es incoherente con nuestro modelo de cómo deberían ser las cosas".

2ª etapa: LA IRA/EL ENOJO

Esta etapa es una etapa breve, pues el paciente se da cuenta de la importancia de los tratamientos, de cómo van disminuyendo sus fuerzas.

Se trata de una lucha interna en la que la progresiva realidad de la muerte entra en conflicto con un fuerte impulso por recobrar el mundo perdido. Prevalece la ira. No debemos juzgarla ni interpretarla como un ataque personal. Los intentos de combatirla con palabras tranquilizadoras o argumentos racionales están abocados al fracaso. Es mejor escuchar, permitir que el enfermo exprese la ira y empatizar con él, entendiendo sus sentimientos.


3ª etapa: LA PENA/LA TRISTEZA

Según avanza la enfermedad, disminuye la fuerza, la imagen se va deteriorando, etc., se va formando una depresión. Hay que crear alrededor de él un ambiente tranquilo, dejarle espacio para manifestar su sufrimiento, algunas palabras y mucho silencio.

Es una fase de abatimiento ante las pérdidas que ha de afrontar. Se tiende a oscilar entre diversas emociones: tristeza, llanto, mutismo, agresividad. El enfermo se siente muy vulnerable. Si se le transmite nuestra total aceptación, exprese lo que exprese, se le ayuda a pasar del rechazo a la aceptación. En muchas ocasiones no valen de nada las argumentaciones sino la cercanía, tal como refleja Stephen Levine: “Tomarle la mano a la otra persona es más importante que todas las palabras que podamos decir”.

4ª etapa: LA ACEPTACIÓN

Al cabo de un cierto tiempo, el paciente siente la inutilidad de sus resistencias y entra progresivamente en la llamada etapa de aceptación.

La persona se acerca progresivamente a una etapa de adaptación a su nueva realidad. Experimenta un sentimiento de paz interior y exterior que no debemos confundir con la resignación.

Sufrimiento moral del paciente, Elizasu C. (2010: 22):


El dolor

El paciente enfermo terminal tiene dificultades para situar el dolor, ya que su sufrimiento muchas veces es difuso. El dolor es una experiencia sensorial, desagradable, subjetiva y del que solo la persona que se queja puede explicar.

La depresión y la angustia aumentan también la percepción del dolor.

La alteración de la imagen corporal

Por la enfermedad misma o por los tratamientos empleados, a menudo esa pérdida dolorosa es vivida como un ataque a la dignidad y hace que muchas veces el enfermo se aísle y rechace todos los intentos de comunicación.

La ruptura del equilibrio cotidiano

Todas las actividades habituales y simples (levantarse, moverse de un lado a otro, comer, respirar) ahora cuestan más esfuerzo y más tiempo.

Las consecuencias psicológicas y morales de la enfermedad

El enfermo tiene una profunda inquietud: ¿me volveré a curar?, ¿podré volver a ser como antes?, ¿existen tratamientos?, ¿me voy a morir? Estas inquietudes se manifiestan de modo diferente: agresividad, mutismo, etc.

Las humillaciones

El enfermo sufre de su dependencia de los otros. Depende de los horarios de aquellos que le cuidan o le visitan y se siente humillado en su cuerpo. A la vez también sufre una falta de intimidad, compañía o soledad no deseadas.

La vulnerabilidad

Los enfermos sufren al tener que abandonar una cierta imagen de ellos mismos. Dejan mostrar sus vulnerabilidades o debilidades y buscan alrededor de ellos consuelo, afecto, que les reconforte.

La exclusión o la marginación

El enfermo siente rechazo por su enfermedad que le llevará a su muerte. El entorno tiene miedo y distancia sus visitas al no saber como reaccionara en tales circunstancias. El enfermo se siente también excluido al no poder mantener sus roles socio-familiares.

El cuestionamiento del sentido de la vida

Muchas preguntas atormentan al enfermo ¿Por qué yo? Soy demasiado joven para morir, ¿Qué he hecho para merecer esto? Muchos tratan de buscar un sentido a su vida actual y algunos encuentran razones de vivir: el amor a los suyos, la amistad de su entorno, la esperanza a pesar de todo y, un instinto de supervivencia ante lo desconocido. Otros se apoyan en su fé religiosa.

El miedo

Muchos miedos invaden al enfermo. Estos temen sufrir, ser abandonados, perder la cabeza, ahogarse etc. Otros temen un juicio severo y esperan palabras de perdón. Los hay que se interrogan sobre el más allá.

El sufrimiento del entorno

Junto a su sufrimiento, los enfermos sienten de manera intensa el sufrimiento de sus allegados.

Por una muerte digna:

“Cuando se aproxime mi hora quisiera estar preparado para afrontar la muerte con serenidad” (R. Bayés)

Un deseo que creo que todos estamos de acuerdo, es el de que cando nos llegue la muerte, nos gustaría que fuera en el trascurso del sueño, sin dolor y en paz.

La muerte digna, la muerte sin dolor y sin angustia, es ante todo un derecho humano. Incluso un derecho animal. El derecho a morir dignamente se inscribe en el ámbito de los derechos relacionados con la autodeterminación (Paniker, 2005)

Dentro de unos límites, podemos dirigir el lugar, el momento y la manera en que moriremos, tomando decisiones aprovechándonos de los avances médicos en esta materia. Podemos dejar nuestras decisiones escritas una de ellas es el “Testamento Vital” es un documento por el cual la persona detalla voluntariamente los tratamientos médicos que quiere recibir, o no quiere recibir, en el caso que una enfermedad irreversible o terminal le deje en un estado que no le permita expresarse por ella misma.(asociación DMD, por una muerte digna).


Para terminar este artículo quiero invitaros a ver y disfrutar de un trailer de un corto de dibujos animados, que trata este tema de una manera reflexiva pero con toque de humor, tan importante para todos nosotros.


Cortometraje “La dama y la muerte”

 
BIBLIOGRAFIA:

Libros para trabajar con los niños sobre el tema:


http://www.cc.nih.gov/ccc/patient_education/pepubs_sp/talkingsp.pdf

http://www.alfinlibros.com/cas/index.php?idT=15&desc=Cuentos para niños&pg=llistatLlibres




Para trabajar con mayores:


ELIZASU, Carolina. (2010): El acompañamiento en fin de vida. ED. CCS.


KÜBLER-ROSS, Elisabeth. (2007): La muerte; un amanecer. ED. Luciérnaga.


KÜBLER-ROSS, Elisabeth. (2006): La rueda de la vida. ED. Ediciones B.


BUENO, Mariano. (2010): La muerte nacimiento a una nueva vida. ED. Edaf


MARTIN NOMEN, Leila. (2007): El duelo y la muerte” El tratamiento de la perdida”. ED. PSICOLOGÍA PIRÁMIDE

http://www.vivirlaperdida.com/libros_para_profesionales.htm

http://www.msc.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/excelencia/cuidadospaliativos-diabetes/CUIDADOS_PALIATIVOS/estrategiaCuidadosPaliativos.pdf